Máquinas de asedio, ingeniería y armas en la Edad Media

24 marzo 2021

 

La vida en la Edad Media giraba en torno al castillo. Tener una fortaleza segura y bien construida garantizaba que ese Señor consiguiera mantener sus tierras y derechos, frente a los enemigos que desearan arrebatárselas. Los conflictos se dirimían en batallas a campo abierto las menos de las veces, casi siempre una guerra acababa cuando se tomaba el baluarte del clan familiar al que se asediaba. El asedio fue la auténtica batalla medieval, por eso tan importante era tener un buen castillo como contar con ingenios, máquinas de guerra, para asediar a tus rivales. En Antiguo Rincón somos especialistas en objetos de recreación histórica para productoras de cine y televisión, además de unos apasionados por todo lo medieval. Os ofrecemos en este texto una breve historia de las máquinas de asedio.

 

Estas máquinas llegaron a ser muy sofisticadas. Desde épocas remotas, en la Antigüedad, los ingenios de asedio se utilizaron demostrando la capacidad técnica para hacer la guerra de cada civilización principal. En la Edad Media se adaptaron y mejoraron esos artilugios, pero hay que reconocer que las ideas básicas para su diseño ya eran dominadas por persas, griegos, cartagineses y romanos. Esa tecnología se basaba esencialmente en tres principios: torsión, tensión y contrapeso.

 

 

De esta manera, en época medieval se perfeccionarían para hacer frente a la mayor calidad en el diseño de murallas, torres y otros sistemas defensivos de las fortalezas. El ariete es uno de los ingenios más antiguos, desde el simple tronco de árbol al elaborado gran ariete mecánico y móvil con ruedas, las llamadas «tortugas» precedente lejano de los tanques. Hubo diversos tipos, pero el más usado era el pendular que se soportaba en una especie de caseta, una protección con tejado para los portadores del ariete.

 

Llevar un ariete hasta la muralla o puerta que se deseaba derribar era lo más complicado. Una lluvia de flechas incendiarias, lanzas y bolas de aceite hirviendo se arrojaban desde las almenas para destruir esa amenaza. La forma de proteger este ingenio de asedio solía ser colocando en sus cubiertas de protección (tejados) lonas de cuero pulido mojado con agua, que impidieran se prendiese fuego. Otra conocida arma de asedio, quizá tan antigua como el ariete era la catapulta. Existieron varias versiones de la idea principal, lanzar piedras voluminosas a gran distancia, gracias a ingenios por torsión o contrapeso. Sin duda el onagro y el trabuco (trebuchet) son los derivados de la catapulta más conocidos y empleados.

 

El onagro debía su nombre al asno salvaje asiático del mismo nombre. Era un animal de carga usado por los ejércitos y conocido por su mal genio. En uno de sus enfados con una coz podía lanzar a un hombre a cierta distancia. Eso recordaba a esta arma de asedio que lanzaba piedras también a «cierta distancia» contra los muros enemigos. Además, el soporte que tenía en el brazo lanzador recordaba en su forma a la oreja de estos animales. El mecanismo era de torsión (cuerdas haciendo muelle, como las persianas) y podía alcanzar murallas hasta una distancia de 800 metros.

 

El trabuco o también conocido por su nombre derivado del francés, trebuchet, es otra arma de asedio de la familia de las catapultas. No se sabe muy bien porqué pero fue de las más usadas durante la Edad Media, como se aprecia en muchas miniaturas pinturas de los códices medievales. Arrojaba grandes piedras o cualquier otro objeto con trayectorias curvas, lo que agrandaba su distancia de alcance. El principio físico de la tensión y torsión de correas, que al soltarlas del gancho-disparador producían el disparo, de las catapultas fue mejorado en los trabucos con un gran contrapeso. Su construcción requería conocer bien los detalles técnicos, como la flexibilidad del brazo lanzador y el eje correcto del contrapeso usado. De esta «familia de la catapulta» tendremos también al mangonel, con la particularidad de lanzar varias piedras a la vez al tener varios compartimentos en su extremo, como una honda-ramillete.

 

Hasta aquí hemos hablado de máquinas de asedio que conseguían grandes distancias en sus lanzamientos, gracias al sistema de torsión o de contrapeso, aunque eran menos precisas que otros ingenios de proyectiles. Ahora nos fijamos en las más certeras en sus disparos de la «familia de las ballestas». Eran piezas de asedio que usaban el mismo principio físico de tensión, como el arco y la ballesta de mano. El artilugio más popular durante la Edad Media de esta artillería fue la ballesta de torno, llamada en el mundo musulmán jarkh. Su estructura básica era la misma que una ballesta pequeña, pero el arco de esta máquina superaba el metro de largo y necesitaba siempre de una base, un trípode para soportar el gran retroceso del disparo.

 

Este tipo de armas lanzadoras de flechas o dardos al tener una trayectoria recta eran más precisos que los de balística curva, de la rama de las catapultas. Existieron variadas versiones, combinando torsión y tensión, incluso tenían la posibilidad de lanzar varias flechas a la vez superponiendo en varias troneras los proyectiles. Uno de los más sencillos y primeros en usar este sistema de ballesta fue el famoso Escorpión romano. Poco antes de la llegada de los cañones de pólvora, se dio en Oriente, en las guerras entre Japón y Corea del siglo XVI, una máquina de guerra que usaba la misma estructura de un lanza flechas pero que utilizaba una carga de pólvora para propulsar los proyectiles como si fueran pequeños misiles, era la temida Hwacha.

 

Otras máquinas de asedio eran más bien ingenios para conseguir rebasar las murallas y puertas de los castillos, no maquinaría al uso para lanzar proyectiles de guerra. Hablamos de las sencillas rampas y escaleras que se apoyaban sobre los muros o de las más complejas torres de asedio. Grandes torreones de madera chapados en metal (cuando se podía), con compartimentos y escaleras que subían hasta una altura paralela a la de las almenas.

 

En España, y cerca de Madrid, existe un museo con reproducciones de todas las máquinas de asedio más famosas utilizadas en época medieval. Lo puedes conocer y saber así más del tema en el Castillo de Belmonte (Cuenca).

 

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