Las huellas del emperador Augusto en Hispania

12 marzo 2021

 

En época de la República de Roma esta civilización que ha marcado la cultura occidental comenzaba su asentamiento en la península ibérica. Esa conquista se va consolidando durante los primeros años del Imperio, en el mandato de Augusto. Hacer un viaje en el tiempo por la Hispania del siglo I a. C., resulta un ejercicio de fácil imaginación gracias al buen estado de algunos monumentos y yacimientos de origen romano. Son huellas históricas tangibles, pero también un viaje por los cinco sentidos. Aún perduran en nuestros vinos, platos típicos y en los nombres de pueblos y ciudades, ecos de ese «pasado Augusto», de ese tiempo de patricios, plebeyos, legionarios y esclavos.

César Augusto, emperador y dios de Roma. El sobrino nieto de Julio César, que se llamaba Cayo Octavio, fue tomando los nombres de César, cuando fue adoptado por su famoso tío abuelo en el 44 a. de C. y de Augusto por concesión del Senado en el 27 a. de C. como derecho por sus actos a favor de la gloria de Roma. Está más que documentada la presencia de Octavio, César Augusto, en la península. En las guerras cántabras tuvo una personal intervención interesado en incorporar a las ya provincias Ulterior y Citerior de Hispania las ricas minas de oro y plata del norte, para financiar sus numerosas campañas militares.

 

 

Gobernó durante casi 45 años, el primer «imperator» (comandante militar victorioso, significado en latín) también fue el que más tiempo estuvo en el poder político. Eso le permitió poner las bases de lo conocido como la Pax Augusta, un periodo de relativa pacificación que favoreció el desarrollo de nuevas colonias, la fundación de ciudades por todo el mundo conocido en la Antigüedad. Murió el 14 d. de C. y el Senado no tardó en divinizarlo, Hispania se llenó de templos para honrar al nuevo dios, Augusto.

 

De este a oeste, la huella del emperador Augusto se encuentra con facilidad. En el camino desde la costa, desde la Ampurias helena y la Tarraco romana, los viajeros de la antigüedad, legiones o mercaderes se encontraban con el Ebro, el gran río del este peninsular, en su viaje hacia el interior. Allí se fundaría, junto al poblado ibérico de Salduie, la colonia llamada Caesar Augusta en honor del emperador, la actual Zaragoza. En los últimos años la ciudad ha recuperado para el turista, pero también para sus habitantes, su pasado romano, eclipsado por la Basílica Catedral del Pilar, con una ruta de museos que recorre desde las ruinas del teatro, pasando por el foro, las termas y llegando hasta lo que era el puerto fluvial.

 

 

 

 

Asturica Augusta, la actual Astorga (León), sería el paso desde el este y el centro, el interior peninsular, al conflictivo y rebelde norte, noroeste (Asturias, El Bierzo y Galicia) donde la romanización resultó menos profunda. Enclave fundado para el control de ese eje de comunicaciones, producto de las guerras de Augusto en Cantabria por las minas, Astorga es conocida por su cocido maragato, un plato contundente que serviría para derribar su muralla romana, monumento mejor conservado de ese pasado.

 

La gastronomía de la zona tiene mucho que ver con el reponer fuerzas en el largo camino de la calzada «vía de la Plata». Se desconoce el origen remoto del cocido maragato, al tener siete carnes, incluida la del cerdo, se deshecha que sea de origen musulmán. Por eso los fervorosos partidarios (que los hay) de tan exquisito y humilde cocido, datan su origen en el plato único del arriero (carretero) romano o hispano que en ese nudo de comunicaciones trabajaban y se fueron asentando. Era un plato contundente, excelente para cobrar fuerzas y proseguir el camino de la calzada romana.

 

Se piensa como lo más acertado del origen de este “Cocido maragato”, que durante la Edad Media esa comarca siguió siendo eje de vías y carreteras para los mercator (mercaderes transportistas), de ahí derivaría el nombre de la región: los Mercator o los Mericatos, que se iban asentando con sus negocios y que serían llamados finalmente, en lengua romance, “los Maragatos”.

 

Si fuéramos un viajero del Siglo I y viniéramos desde Roma con destino Emerita Augusta, es muy probable que hubiésemos ido por la ruta hasta ahora indicada, ya que desde la costa catalana (Tarraco o Roses) lo más cómodo, por calzadas principales, era llegar desde Caesar Augusta al núcleo de comunicaciones de Asturica Augusta que enlazaba con la importante vía de la Plata que llevaba a la capital del suroeste, Emerita Augusta (Mérida) , evitándose así el más inseguro interior de Caesarobriga  (Talavera de la Reina, Toledo) y Augustobriga (Talavera de la Vieja, Cáceres). Como se aprecia en la antigua toponimia, la huella del emperador Augusto es más que evidente.

 

En Augusta Emerita (Mérida) podemos disfrutar de las mejores ruinas arqueológicas de un teatro y un anfiteatro romanos en toda la península. Además, como valor añadido e imprescindible, junto a esos monumentos está construido el Museo Nacional de Arte Romano, edificio de Rafael Moneo, arquitectura de hoy inspirada en la ingeniería y en el estilo arquitectónico de la Roma antigua.

 

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