La curiosa historia de los sellos postales

25 enero 2024

El antecedente histórico del sello más correcto podría encontrarse en el lacrado que se hacía con cera marcada con anillos o medallas símbolos del estatus del emisor de la carta. Los sellos reales, por ejemplo. Ahora que nadie escribe cartas, en el mundo electrónico y digital de la comunicación, hablar de sellos parece tan antiguo como hablar de las pirámides de Egipto. Pero hasta hoy día, que rara vez se usan las cartas de papel, las misivas deben llevar un adhesivo o una estampación de tinta en los sobres que las «sella» como envío oficial. Ese sello que el emisor/remitente paga, obliga a los servicios postales de los países a hacer llegar a su destino los mensajes, cartas, postales, documentos o paquetes.

Las estampillas o sellos nacerán al comienzo del siglo XIX, cuando la revolución industrial se consolidó e hizo aumentar la emigración del campo a la ciudad. Las familias necesitaban saber de los miembros que habían viajado lejos. El dar cuenta de «estar bien», de las noticias que se iban dando en la vida alejada de los suyos, aumentó el correo entre particulares. Ya no era cosa exclusiva de emperadores, reyes y nobles. Las cartas comerciales y de negocios empleaban los propios medios de las sociedades mercantiles para eltransporte de mercancías y personas, las cartas y documentos entre empresas se llevaban en los barcos o en los convoyes terrestres de esas compañías.

El correo y el uso de los sellos lacrados dejaba de ser cosa exclusiva de nobles o reyes, ahora los más humildes deseaban saber de los suyos que habían buscado el porvenir lejos de sus lugares de origen. En ese aumento de las misivas entre los particulares y las gentes comunes se planteó un serio problema. El que pagaba el coste del envío era el destinatario y lo hacía según los kilómetros recorridos por el cartero. Muchas veces, al llegar a su destino, el correo se encontraba con que el receptor de esa carta no podía pagar su coste y era devuelta.

La curiosa anécdota que dio origen a los sellos postales

Una anécdota en ese sentido fue el germen del origen del sello postal. El que llegase a ser Jefe de Correos de su Majestad, Rowland Hill, era un modesto maestro inglés de viaje por Escocia en 1835, que en un descanso en una posada vio como la dueña del establecimiento rechazaba una carta. Se excusó declarando que era muy pobre y no podía pagar los costes de ese envío. Era algo frecuente entre las clases más humildes el rechazo del destinatario de soportar los costes, porque los carteros exigían hasta el último céntimo de las millas recorridas.

Compadecido, el maestro Hill se prestó a pagar la misiva. Su sorpresa fue ver como la posadera, nada más marcharse el cartero, dejó la carta sobre una mesa sin abrir. La curiosidad le hizo preguntar a la posadera por su actitud. La anécdota nos cuenta que la señora sólo leyó el remite del sobre porque éste estaba vacío. Cada miembro de su familia escribía una parte de la dirección y de los nombres, sabiendo así que todos seguían bien y ahorrando el coste de pagar una carta.

El nacimiento del franqueo postal tal y como se conoce hoy

Tan ingenioso sistema de saber de los familiares sin pagar el coste de recibir la carta, acabó siendo algo más que una anécdota real, una inventiva popular. Supuso la ruina de muchas compañías de carteros. El mismo Rowland Hill entendió que la treta no beneficiaba a nadie, pues a los destinatarios les gustaría saber más cosas de los remitentes que una simple línea con su nombre. Por eso, tras su viaje por Escocia propuso a la Cámara de los Comunes una reforma del Sistema Postal, evitando el pago a posterior del servicio de correo. Les convenció que muchas veces se hacía un trabajo en balde, contando esa anécdota de la posada donde el cartero había viajado para nada si él no llega a pagar los costes.

Analizando que el problema principal estaba en cargar los costes al final del servicio y al receptor, Hill ideó un sistema de pre-pago. Sería  el franqueo postal y para ello se pensó en la imprenta del Tesoro para que imprimiera una estampa o timbre (sello) que se pudiera comprar con una cara adhesiva, para ser pegada en el sobre. Nacía el 1 de mayo de 1840 el primer sello del mundo, el Penny Black o penique negro, porque era el perfil blanco de la Reina Victoria sobre un fondo negro.

En España el primer sello corresponde a la impresión del rostro de la reina Isabel II en 1850. Los sellos oficiales para el franqueo de la correspondencia en España es tarea exclusiva de la institución de Correos y Telégrafos, impresos en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Sólo en dos ocasiones, en la Tercera Guerra Carlista y en la Guerra Civil, se harían emisiones de sellos paralelas en las zonas controladas por los sublevados en cada guerra, los carlistas y los nacionales respectivamente.

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