La historia de los galeones, los barcos que hicieron la primera era «global»

13 enero 2021

 

Los galeones son los barcos que durante la Edad Moderna lograron lo más parecido a una «globalización» de las relaciones mundiales. De grandes prestaciones por su versatilidad, servían tanto para las rutas comerciales de larga distancia como para hacer la guerra naval. Se estima que es una embarcación empleada desde mediados del siglo XV, con una versión primitiva del galeón que luego triunfaría en los siglos XVI y XVII. Consistía en un bajel grande, de más alta borda que su prima hermana la galera, pero que a diferencia de ésta se movía únicamente por la acción del viento, sin la posibilidad de los remos.

 

Para ser precisos en su origen es una derivación de la carraca. El galeón lograría con su capacidad de velamen mayor combinar la capacidad de carga de la carraca con la velocidad de la carabela. Estas combinaciones, junto a su gran tamaño y capacidad de fuego, hicieron de los galeones barcos muy eficaces en todos los servicios que acometieron. Lo habitual como bajel, más largo y estrecho que una nave y más corto y ancho en proporción que la galera, era contar con tres mástiles. Sus velas eran cuadradas normalmente, y los de velas latinas eran una versión de las galeazas.

 

 

Pero su diseño se parecía y partió de la estructura de las galeras, tanto en su corte como en la relación entre su manga y eslora. Se sustituyó el espolón de las galeras con fines de ataque y abordaje, por un palo sobreelevado en la proa que servía para apoyar el largo bauprés. Los «fortines» o estructuras del alcázar y del castillo eran de menores proporciones que en la carraca pero seguían siendo altas y muy estilizadas, sobre todo se apreciaba en el castillo de proa. Eran construcciones que convertían a los galeones en «castillos flotantes» porque desde ellas los tiradores tenían una posición privilegiada tanto para la defensa como para el ataque. Además de ser cómodas «casonas» donde vivir durante la navegación para los oficiales y pasajeros privilegiados.

 

En España durante los llamados Siglos de Oro, este tipo de embarcación se utilizó en gran medida y está muy ligada a su historia. Principalmente fue el barco elegido para las rutas de las Indias. Veloces y buenas fortalezas para proteger el tráfico de los metales preciosos entre América y Europa. Por eso se darían una serie de normativas para su construcción y uso. Según las Ordenanzas de la época:

 

 

«Un galeón de 500 toneladas debería llevar 28 piezas de artillería, cuatro de ellas medios cañones de 22 libras, cuatro de 18 libras, diez medias culebrinas de 10 libras, diez sacres de 7 libras, cureñas de cuatro ruedas, arandelas y  trozos de hierro, tres cuñas y una solera de madera, dos palanquines cada uno con dos motones, un braguero y un cargador o cuchara de cobre, un atacador de cabo, seis sacatrapos, tres quintales de pólvora para cada una, 20 balas de hierro, seis palanquetas y barras enramadas y de cadena, tres linternas de dados, medio quintal de cuerda, un pié de cabra, cuatro espeques de madera, 20 cartuchos, medio quintal de jarcia vieja para los tacos, un guarda cartucho de hojalata para cada una, tacos de palo y planchas de plomo para tapar los balazos, 20 quintales de balas de mosquete y arcabuz…»

 

El uso de estos barcos tuvo una pronta regulación, ya en época del emperador Carlos V en 1522 la reglamentación fijaría que se debía dar la justa proporción de cañones y artilleros según el tamaño de los barcos. Los funcionarios de la marina real debía hacer una contabilidad del número de balas y la cantidad de pólvora para cada armamento que se subía a bordo. En los siglos XVI y XVII los funcionarios reales tendrían a su cargo y control detallado todos los cañones y la munición, tanto la de a bordo como cuando se almacenaba en los polvorines de tierra.

 

Se gestionaba todo en detalle, para subir el armamento a bordo de los galeones antes de emprender la travesía. Así cada embarcación quedaba dotada y se hacía registro de ello. Algo que ha servido de mucho cuando se han recuperado los restos de algún navío hundido con la actual arqueología submarina. El armamento y el equipamiento de guerra se solía retirar en cuanto la embarcación llegaba a puerto. Era un funcionario llamado Mayordomo de la artillería de la Armada del Mar Océano, quien registraba e identificaba cada pieza tanto su entrada al barco como su salida.

 

Este proceder tan minucioso se debía a cuestiones prácticas, pues los cañones también podían utilizarse para la defensa de puertos y sus ciudades. Llevando ese control exacto de las municiones y armas disponibles se conseguía un considerable ahorro, evitando malgastar recursos allá donde no eran necesarios. Una flota de galeones podía defender una bahía, pero también podía fondear en una ciudad portuaria y suministrarla de defensas con las piezas de artillería y munición que llevaban.

 

Las baterías artilleras principales se localizaban en dos o tres puentes bajo cubierta y en el castillo de popa o de proa se ubicaban las piezas menores. Algunos ejemplos de grande galeones que pasaron a la historia:

 

  • El San Martín, construido en 1567, desplazaba 1.000 toneladas. Contaba con una eslora de 37 metros. Armado con 18 culebrinas de 18 libras; 22 medias culebrinas de 9 libras y 12 cañones pequeños en dos puentes y alcázar. Poseía una tripulación de 117 marineros y 300 soldados, fue el buque insignia de la Armada Invencible donde capitaneó Alonso Pérez de Guzmán, el duque de Medina Sidonia.
  • El San Juan, construido en 1576, movía 976 toneladas y una eslora de 40 metros. Armado con 18 culebrinas de 18 libras y 10 medias culebrinas de 9 libras con 20 cañones menores en dos puentes y el alcázar. Con una tripulación de 119 marineros y 70 soldados, formó parte de la Flota de Galeones de Castilla.

 

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