La abolición de la esclavitud en España, una historia del siglo XIX

1 febrero 2024

En la llamada América española, una vez avanzada la época colonial que configuró a las sociedades americanas en indios, mestizos y criollos, se aceptaría sin mucho cuestionamiento moral que los negros sustituyeran a los indígenas en el trabajo de esclavos. Pues finalmente la Corona española, tras no pocos debates teológicos, determinó que las gentes de las Indias tenían alma y eran tan súbditos de la corona como cualquier castellano. Pero la esclavitud negra en la América hispana tuvo sus particularidades, algunos esclavos conseguían ser pronto «semi-libres» al ser bautizados.

Fue una esclavitud que no siguió el estereotipo que todos conocemos de exclusión social radical, sin libertad alguna, por series de televisión como Raíces. Estas singularidades se pueden comprobar en el Museo de América de Madrid, en cuadros llamados de “castas”; donde vemos a negros y mulatos, mezclarse en matrimonio (en sociedad) con otras personas de diferentes razas. Esas tolerancias les permitía salir de la esclavitud o, al menos, conseguir mejores condiciones sociales.

El negocio del tráfico de esclavos se incrementó entre los siglos XVIII y XIX

Sin embargo, España participará en el cada vez más dinámico mercado de esclavos negros cuando otras potencias comiencen a tener colonias en América. Es bastante desconocido que la mayoría de las familias que se enriquecieron en España con el auge de la esclavitud, desde finales del siglo XVIII y todo el XIX, eran catalanas. Sagas familiares de la burguesía catalana ayudaron a industrializar al país gracias a sus fortunas conseguidas en el tráfico de esclavos, sobre todo, a las Antillas.

La historia más contemporánea de la esclavitud española es la peor conocida. En el puerto de Barcelona se erigió una estatua del primer marqués de Comillas, prócer de la capital condal y hombre de negocios que se enriqueció con el tráfico de esclavos a Cuba. La hija del marqués se casó con Eusebio Güell, mecenas del célebre arquitecto Gaudí y promotor del original parque que lleva su nombre: el famoso Parque Güell.

Resulta chocante pensar que ese hermoso jardín con el parque Güell sea disfrutado por el turismo internacional, gracias al capital generado por la compra-venta de seres humanos. No obstante, la mentalidad de la época asimilaba a la esclavitud como parte de un negocio, una cuestión económica y no humana, no apreciando inmoralidad en financiar obras urbanas con ese dinero. Aunque esa misma mentalidad tenía posturas críticas y más profundas sobre la cuestión ética de mantener vigente la esclavitud, en unos años donde se consolidaban las ideas revolucionarias de igualdad, fraternidad y libertad entre los hombres. Hablamos de los abolicionistas de la esclavitud.

El abolicionismo en España también existió

Rafael María de Labra, nacido en La Habana (Cuba) en 1841 y fallecido en Madrid en 1918, es el principal activista del abolicionismo en España. Labra tiene obras con títulos de tan clarividente activismo antiesclavista como: La abolición de la esclavitud en el orden económico, con un análisis de las implicaciones económicas de la esclavitud, o un estudio de cariz ya sociológico titulado La cuestión social en las Antillas Españolas. Además, Labra sería uno de los principales americanistas españoles, justo en la época de mayor debate intelectual con la cuestión americana (el “Desastre de 1898”) y un escritor prolífico que puso a reflexión el concepto de «intimidad iberoamericana». Fue uno de los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza en 1876. En ese mismo año también es nombrado presidente de la Sociedad Abolicionista Española,  cargo en el que estuvo hasta que la Sociedad se disolvió en 1888, cuando de forma definitiva se erradicó la esclavitud en todos los territorios españoles.

Las propuestas políticas de intelectuales como Rafael María de Labra, buscaban dar  soluciones de carácter social para los conflictos cada vez más graves en las Antillas españolas. De Labra fue el primero en proponer en artículos escritos para la Revista Hispanoamericana que Cuba debería tener una amplia autonomía, atajando así las aspiraciones independentistas que ya habían calado en gran parte de la burguesía criolla de la isla. Fue uno de los mejores oradores del Ateneo de Madrid. Sus discursos para llevar un constitucionalismo liberal a todos los rincones, incluida América, eran muy seguidos, aunque no tuvieron luego una verdadera materialización en el Parlamento español, cuando en 1871 fue nombrado diputado por Asturias.

Había estudiado las carreras de Filosofía y Letras y de Derecho, graduándose como abogado en 1860. Eso le permitió elaborar argumentos de peso para rebatir las leyes injustas que aún justificaban la esclavitud como parte de la economía nacional que debía protegerse. Interesado por los asuntos coloniales que necesitaban un nuevo tratamiento más humano y alejado de las maneras imperialistas del Antiguo Régimen, reclamó una entidad autónoma para esos territorios, que así formarían parte de un nuevo proyecto de España. Puso su atención también en África, con su libro Las colonias españolas de Guinea. Con esta publicación creó una corriente abolicionista en España, ganando partidarios de suprimir el comercio de esclavos, que persistía en el Golfo de Guinea, hasta conseguir su erradicación en 1889.

Equipo documentalistas de AntiguoRincon.com

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